Desde
un simple espéculo ideado para examinar a los pacientes, hasta un bisturí
dispuesto para intervenir a cualquier soldado después de un sangriento combate.
A pesar de que fueron inventados hace dos milenios, los instrumentos utilizados
por los médicos romanos podían ser la frontera entre la vida y la muerte para
los legionarios que, bajo la lluvia incesante de Britania o
el calor de Egipto, combatían por su vida armados
tan solo con un pilum y un gladius. Sin embargo, y a pesar de su simplicidad, este
instrumental revolucionó la medicina de campaña de la época. Lo mismo
sucedió con la Sanidad Militar romana, la más avanzada de entonces
y la cual sirvió de base para toda la medicina marcial que hoy existe
en España.
Varias
de estas piezas de cirugía, al igual que otras dedicadas a la atención
sanitaria de heridos en la antigua Roma, pueden ser apreciadas en primicia por
todo aquel que se deje caer por Granada. Esto es posible debido a que, desde
hace aproximadamente un mes, el Parque de las Ciencias de la ciudad andaluza
acoge la exposición «Sanidad
Militar Española: Historia y aportación a la ciencia», una exhibición con más de 250 piezas de patrimonio
médico de carácter castrense que podrá ser visitada durante todo un año por los
interesados en el tema.
La
Sanidad Militar romana
La
Sanidad Militar española tiene su origen en Roma. Y es que, al ser un pueblo
que solía andar a lanzazos por medio mundo, necesitaban de un buen equipo
médico que pudiera salvar de la muerte a cuántos más legionarios mejor. Con
todo, hubo que esperar hasta la época del emperador Cayo Julio César Augusto (en el año 27 A.C.) para ver una verdadera organización
dedicada a la recuperación de heridos y enfermos. Antes de este líder, aquellos
soldados de Roma que recibían un tajo en batalla eran trasladados y tratados en
las casas particulares cercanas. Allí, más con rituales y embrujos que
con cirugía, los improvisados curanderos trataban de salvarles la vida para
que lograran que combatieran un día más. Las posibilidades de marcharse al otro
barrio con el uniforme puesto eran, por lo tanto, más bien altas.
Todo
cambió con la creación de una organización sanitaria profesional en la época de
Augusto. Ésta era incluso preventiva, pues a algunos doctores militares (la
mayoría de los cuales basaban sus conocimientos en la antigua Grecia y en la
experimentación) se les encargaba realizar un examen médico a cualquier
aspirante a convertirse en miembro de la Legión. Concretamente,
buscaban hombres sanos, fuertes, y que no fueran propensos a enfermar. Mientras
todo esto sucedía, los médicos se profesionalizaban y adquirían experiencia a
una velocidad increíble. La razón era sencilla: el Emperador sabía de la
importancia de su preparación y no tenía problemas en abrir la bolsa para premiar
a sus galenos con dinero, tierras y títulos. Así pues, no era raro que los
pequeños estudiantes soñaran con convertirse en doctores cuando levantaran dos
palmos del suelo.
Reproducción
de una camilla médica romana en la exposivión de Granada. ,M. P.
VILLATORO
«La prodigiosa
expansión de Roma se debió a la eficaz maquinaria bélica, basada en la “Legión
romana”. Ésta era una formación militar que revolucionó el arte de la
guerra durante centurias. Poseía una gran eficacia, cohesión y flexibilidad
hasta entonces desconocidas en el campo de batalla. Era capaz de utilizar
tácticas innovadoras, basadas en su estructuración en Cohortes, Centurias y
manípulos; de usar despliegues ofensivos-defensivos altamente eficaces (ej.:”
el testudo”); hacer uso de lo último en tecnología armamentística de la
época... Pero dicha maquinaria de guerra no hubiera conseguido sus logros sin
contar con una sofisticada organización sanitaria que brindase una cuidada y
eficaz atención médica al soldado. Podemos decir, de alguna manera, que
los logros bélicos corrieron de la mano de la creación de esta organización
sanitaria tan sofisticada» afirma, en declaraciones a ABC, el general
médico Manuel Guiote Linares.
Los primeros hospitales de campaña
Sin
embargo, por si todo aquello fallaba (o por si sus legionarios eran heridos por
algún que otro bárbaro armado con una vulgar hacha), el que fue el primer
Emperador del Imperio Romano creó sus primeros centros de atención para
soldados. «La gran importancia que, desde Augusto, la administración romana
concedía a la recuperación de heridos y enfermos quedó patente en la
monumentalidad y eficiencia de sus “valetudinaria”
(hospitales de campaña situados siempre dentro de los grandes campamentos de
cada legión, que, a su vez, estaban muy cerca del limes –conjunto de
muralla y torres de vigilancia que defendía el Imperio de súbitos ataques del
enemigo-)» afirma Luis Monteagudo García, exdirector del Museo Arqueológico de la Coruña, en su
dossier «La cirugía en el imperio romano».
Estos
primeros hospitales eran militares y contaban con habitaciones para los
heridos, además de un quirófano en el que intervenir a los
soldados en plena contienda. A su vez, y como bien señala Monteagudo, eran
de una modernidad increíble: «Características son las salas de enfermos,
cada 2 de las cuales tenían comunes una puerta, un vestíbulo y una despensa
centrales; del vestíbulo se pasaba a las dos habitaciones por sendas puertas, a
derecha e izquierda. Así se lograba ventilar sin engendrar corrientes».
Reproducción de una armadura, un casco y un gladius expuestos en Granada. P. VILLATORO
Con esta red de
«valetudinaria», la cual se unió a un impresionante contingente de
ambulancias (carros tirados por animales) para transportar a los
enfermos hasta los hospitales de campaña, Roma logró crear la Sanidad Militar
más avanzada de su época. Y, como no podía ser de otra forma, la dejó como un
improvisado presente en todos los territorios por los que pasó. Uno de ellos
fue precisamente la Península Ibérica, donde, posteriormente, se
usó como base para crear el sistema de atención médica de los Reyes Católicos
e, incluso, el de los tercios.
«Podemos
considerar que los romanos crean el primer antecedente histórico de una Sanidad
Militar organizada y estructurada, que influiría decisivamente en la génesis de
una verdadera Sanidad militar española que surgiría en la Edad Media y,
posteriormente, en el Imperio español» señala Guiote mientras muestra a
este periódico los recuerdos de este antiguo pueblo que, tras una vitrina, se
exponen en la exhibición granadina «Sanidad Militar Española: Historia y
aportación a la ciencia».
Las labores del «medicus»
Así
pues, el médico se convirtió en todo un activo en las legiones romanas, ya que,
durante el combate, era el encargado de curar a los heridos que
llegaban del campo de batalla tratando, por todos los medios, de
devolverlos lo antes posible a la lucha. Sin embargo, el sanar a los
legionarios no era su única labor. Y es que, además de cirujano devía velar por
la higiene del campamento y evitar el contagio de enfermedades e infecciones.
«El “Medicus” se convirtió, no sólo, en el cirujano que atendía y curaba las
heridas de guerra de los soldados; no sólo en el profesional que trataba
diferentes tipos de enfermedades comunes (infecciosas,etc.), sino en un
verdadero “higienista-preventivista”: se encargaba de enseñar medidas
para prevenir enfermedades transmisibles, elaboraba dietas equilibradas
para los legionarios,
etc.», completa el militar a ABC.
El médico romano era
también dietista e higienista
A su vez, los médicos romanos fueron los
primeros que apostaron por crear hospitales militares en los que poder tratar
mejor a los heridos: «Fueron los creadores del “Valetudinarium”, antecedente de
los hospitales fijos, en el que los enfermos y heridos se distribuían
en alas independientes y en habitaciones individuales.
Fueropn además los encargados de crear un verdadero sistema de evacuación de
los heridos en angarillas,. Pero, probablemente, lo más significativo fue la
creación de una organización sanitaria compleja, dirigida por el “Ordinarius”
-lo que hoy podríamos llamar el jefe de la sanidad- que dirigía y
coordinaba todo lo relacionado con la salud de las legiones (curiosamente,
podemos decir que conocemos el nombre del primer médico militar hispanorromano,
que era “Ordinarius”: se llamaba: Anitius Ingenuus», señala Guiote.
Las «armas» del cirujano
Con
todo, y a pesar de su ingente cantidad de tareas, la valía de un «medicus» se
terminaba probando cuando pasaban por sus manos centenares de legionarios con brazos
cercenados, heridas profundas de hacha o tajos brutales. Para tratarlos, el
doctor y cirujano contaba con unas herramientas muy avanzadas para la época.
«El “Medicus” romano disponía de una amplia panoplia de instrumental quirúrgico
para tratar todo tipo de heridas originadas en el campo de batalla. Dicho
“arsenal” terapéutico era más sofisticado de lo que podríamos pensar
hoy en día: tenía un diseño que , en esencia, no dista mucho del que tiene
el utilizado por los cirujanos actuales. Así, prácticamente, la única
diferencia radica en el material con el que se confeccionaban: bronce y hierro,
en la la Antigua Roma; acero quirúrgico, en la actualidad», añade el experto.
El
medico, a su vez, contaba con una gran cantidad de instrumentos con diferentes
objetivos.. Así pues, para la denominada «cirugía blanda», la
herramienta principal del «medicus» era el bisturí. «El bisturí
romano constaba de tres partes; hoja cortante de acero o hierro acerado,
empalme -donde iba introducida la hoja- y dos ranuras para fijar la hoja»,
señala, en este caso, Monteagudo en su obra. Entre los diferentes escalpelos, había
algunos diseñados específicamente para hacer las denominadas penetraciones
exploratorias e, incluso, para llevar a cabo operaciones de cataratas. «El
“ Medicus” poseía también: sondas, gubias, agujas, etc., que servían para
cortar los tejidos, extraer puntas de flechas, drenar pus, realizar
legrados...», añade Guiote.
Reproducción
del nstrumental de un medicus (principalmente scalpelos, sondas, pinzas y
separadores) exhibidos en Granada.
M.P. VILLATORO
Tampoco faltaban en su
maleta las tijeras, las cuales eran usadas tanto para cortar el
pelo como para rebanar órganos en el quirófano. Los médicos romanos contaban
incluso con varios tratados en los que se explicaba cuándo era necesario tratar
determinadas heridas con este tipo de instrumental: «Celso, al tratar de la
herida abdominal con salida de omento -tejido que une el estómago e
intestinos a las paredes intestinales- dice: si el omento ya está
negro y muerto hay que cortarlo con tijera; si se conserva en buen estado
hay que volverlo a colocar suavemente sobre los intestino. En la operación de
hernia, su es pequeña se desaconseja cortar el omento con tijera, y si es mayor
puede producirse una hemorragia abundante porque el omento está conectado con
venas mayores», completa Monteagudo.
Los
«ganchos separadores» era otro de los elementos utilizados para la
cirugía de pequeño calibre. Este instrumento fue muy empleado en las operaciones
de amígdalas, las cuales ya se realizaban en la época romana. Así explicaba
una de estas intervenciones el médico Paulus VI: «Sentado el paciente a la luz
del sol, se le manda abrir la boca, y mientras un ayudante le sujeta la cabeza
y otro le mantiene baja la lengua contra la mandíbula inferior con un depresor
de lengua,tomamos el ganchillo, enganchamos la amígdala y tiramos con el
gancho todo lo que podamos sin arrastrar la cápsula. Entonces cortamos la
amígdala por la raíz con el bisturí». Finalmente, acompañaban a este
instrumental las típicas vendas, punzones, el hilo de sutura para coser
heridas en combate o las médulas de papiro para ablandar fístulas (una conexión
anormal entre dos partes internas del cuerpo).
La
«cirugía ósea» era otro de los ámbitos a los que se dedicaba el
«medicus» y, como era natural, disponía de varios instrumentos para llevarla a
cabo. Uno de sus aparatos más utilizados era el «trépano cilíndrico para
cráneos», el cual servía para realizar agujeros en la cabeza del afectado
y, posteriormente, poder retirar así los fragmentos de hueso que se hubieran
introducido en una herida tras un golpe en la cabeza.
Instrumentos
médicos romanos originales expuestos en el Parque de las Ciencias
M. P. VILLATORO
«Las continuas guerras
ocasionaban frecuentes heridas en el cráneo, casi siempre graves y por
el hundimiento y desmenuzamiento del hueso con producción de
secuestros (fragmentos sueltos de hueso) que había que retirar cuanto antes
para facilitar la muy problemática recuperación, mediante la formación del callo
periférico. Estas heridas eran producidas por espadas, lanzas, hondas,
caídas... y no siempre las impedía el incómodo casco, añade el experto.
Curiosamente,
para llevar a cabo operaciones óseas no era muy aconsejable hacer uso
de sierras quirúrgicas, ya que solían ser muy dañinas. A pesar de ello,
formaban parte de las herramientas del «medicus», al igual que el martillo
de plomo (utilizado junto al trépano para abrir agujeros en el
cráneo), la «palanca o elevador de huesos» (cuya función era
extraer esquirlas de hueso y colocar éstos en su sitio después de una fractura)
y los escoplos (que servían para abrir canales en los huesos).
Finalmente,
el cirujano disponía de instrumentos para sacar todo tipo de suciedad o restos
de las heridas. La principal herramienta para esta función eran las pinzas.
«Instrumento muy frecuente en el equipo del médico antiguo. Sirve para extraer
cuerpos extraños de las heridas, para coger la gasa y enjugar la sangre, etc».
Según Celso, también eran útiles para sacar esquirlas de hueso. «La
elasticidad de la pinza estaba producida por la divergencia de las dos ramas
soldadas o bien por la rápida curvatura de un solo fleje que forma ambas
ramas», destaca el experto español en su dossier sobre la cirugía romana.
Granada exhibe medio milenio de Sanidad Militar
española en el Parque de las Ciencias
M. P. VILLATORO
En pleno combate, y desde hace siglos,
siempre han sido los soldados los que han logrado hacerse un hueco en la
Historia haciendo uso de su fusil, su sable y su arrojo. Sin embargo, tras
ellos existen otros grandes hombres sin los cuales la guerra sería imposible.
Éstos valerosos héroes anónimos son los pertenecientes al cuerpo de
La exhibición, que ha abierto sus
puertas en el Parque de las Ciencias de Granada, pretende -entre otras cosas-
dar a conocer la Sanidad Militar y la importancia que ha tenido en la historia
de nuestro país. «Pretendemos que la gente vea que tiene y ha tenido a su
disposición magníficos profesionales. La exposición va dirigida por ello al
público en general y no sólo a expertos y profesionales de la sanidad» afirmaba
el general médico Manuel Guiote Linaresen la presentación previa de
la exhibición desarrollada en Madrid.
El evento tendrá una duración de más de
un año (será clausurada en marzo de 2015) y contará con una muestra de más de
250 piezas de patrimonio médico, quirúrgico, farmacéutico, maquetas, escenografías,
cuadros, uniformes y varios vídeos informativos que actuarán como hilo
conductor de la exposición. Todo este material se encontrará expuesto en un
total de 2.500 metros cuadradosy estará dividido en cuatro
ejes relacionados con la historia de la Sanidad Militar. La exposición
no tendrá además ningún coste para el visitante mayor que el de la entreda del
propio museo y ha sido elaborada con un presupuesto de 300.000 euros.
«Es un evento tremendamente importante
en el que el público que vaya se sorprenderá porque va a ver algo que,
desgraciadamente, no es muy conocido. De esta forma se darán cuenta de que
estamos poniendo en valor una institución como son las Fuerzas Armadas y,
dentro de las mismas, la Sanidad Militar, la cual sabe cumplir perfectamente
con su cometido en el campo de batalla. Además, en España ha sido
determinante desde el punto de vista del avance de la ciencia y de la sociedad
en general», señalaba Manuel Guiote Linares.
La exposición
El visitante podrá comenzar su visita
viajando hasta el nacimiento de la medicina bélica de nuestro país, la cual
tiene su origen en la época romana y en los primitivos hospitales
construidos en la época de los Reyes Católicos. A continuación, el recorrido continúa por la
época de la Ilustración -y la primera expedición de vacunación universal- hasta
el siglo XX, época en la que se iniciaron las transfusiones sanguíneas y
se creó el primer aparato de Rayos X portátil.
Fuente: ABC. Historia