sábado, 6 de septiembre de 2014

Tipos de gladiadores y armas

El gladiador era quien batallaba con otro, o con una bestia, en los juegos públicos de la Antigua Roma. Los gladiadores romanos se diferenciaban por las armas e indumentaria que portaban así como por su forma de combatir. Hasta para los que iban a morir -morituri te salutant- había clases. Los más conocidos eran los siguientes:

SAMNITAS
§  Escudo oblongo grande
§  Casco con visera
§  Cresta y cimera de plumas
§  Greba metálica en la pierna izquierda
§  Brazal de cuero o metal (cubría en parte el hombro en el brazo derecho)
§  Espada corta o gladius.

                                                       Gladiador Samnitas

MIRMILLONES
§  Casco de bordes amplios con una alta cresta (les daba aspecto de pez)
§  Pollera corta
§  Cinturón ancho
§  Armadura (en su pierna izquierda y en su brazo derecho)
§  Escudo rectangular curvado del legionario romano
§  Espada gladius.

                                                     Gladiador Mirmillón

TRACIOS
§  Escudo rectangular pequeño también llamado parmula
§  Espada muy corta con hoja ligeramente curva también llamada sica
§  Armadura en ambas piernas, necesarias dado lo reducido de su escudo
§  Protector para el hombro y brazo de la espada
§  Pollera corta con cinturón ancho
§  Casco con pluma lateral, visor y cresta alta.

                                                   Gladiador Tracio y Secutor
  
SECUTORES
§  Casco
§  Escudo
§  Espada
RECIARIOS
§  Túnica corta o faldilla con cinturón
§  Manga en el brazo izquierdo
§  Red
§  Tridente (fuscina)
§  Puñal.

                                               Gladiador Reciacio
HOMOPLACHI
§   Armadura completa
§  Casco con visera
§  Coraza
§  Ócreas
§  Escudo circular, a semejanza del que usaba la infantería griega

                         Gladiador homoplachi y Gladiador Provocator

Otros gladiadores menos frecuentes eran los laquearii (escasamente armados), losequites (gladiadores que combatían a caballo), los essedarii (combatientes sobre carros), los andabatae, los dimanchaeri (luchaban con dos espadas) y los provocatores (que abrían los combates).


lunes, 1 de septiembre de 2014

POCIMAS DE AMOR: LAS MAGAS EN LA ANTIGÜEDAD

El eje mujer-sabiduría-magia-medicina, dentro de un espacio íntimo, perdura a lo largo de los siglos; configurando una fuerza tal que no se puede eliminar a pesar de las trabas masculinas y del afán por apartarlas del saber. Esta es la conclusión a la que llega Carlos Espejo Muriel en este artículo con una perspectiva que me ha resultado de lo mas razonable.

POCIMAS DE AMOR: LAS MAGAS EN LA ANTIGÜEDAD (1).

Carlos Espejo Muriel
Publicado en Iberia 2 (1999), 33-46.

Hace un par de años, durante mi última visita al Istituto Archeologico Germanico en Roma, tuve la suerte de toparme con un libro muy curioso. Se trataba de la impresión de una conferencia ofrecida al público parisino a principios de siglo y que causó gran revuelo entre sus asistentes; tanto, que casi no dejaron acabar a su autor. Este era Monsieur Lanval, y su disertación versaba sobre las mutilaciones sexuales en las religiones antiguas y modernas(2). Pues bien, el contenido de tan polémica conferencia es una placer leerlo en ese librito que me encontré en Roma y que su autor consiguió publicar con posterioridad en Bruselas, y del que me voy a permitir extraer unas líneas que creo son muy acertadas y que me vienen como anillo al dedo para esta trabajo. Verán, Lanval decía que mientras los muchachos se iban a cazar, las jovencitas empezaban a aprender las labores de su sexo, entre las que se encontraban el saber sanar las inevitables heridas que los hombres se hacían en la caza y el combate; por esto mismo, él creía que el origen femenino de la ciencia médica era indiscutible (y así lo creo yo también, si no piensen en la actualidad, ¿quién se encarga del hijo enfermo?, ¿quién deja de ir al trabajo para cuidarlo?, ¿quién sabe qué medicamento es el mas apropiado según que situación? O incluso, ¿qué método es el mas recurrente entre las mujeres que quieren deshacerse de sus maridos que el envenenamiento?).
Pero volvamos a las teorias de Lanval: también mantenía que las largas noches que pasaban estas mujeres esperando a que regresaran los hombres, les permitían contemplar y observar las estrellas, los astros y las fases lunares, dándose cuenta de la analogía existente entre éstas y la vida sexual, por lo que -y ésta es la síntesis de su pensamiento, a la vez que su lado más controvertido y hermoso- concluía, que los rudimentos de todas las ciencias humanas tuvieron un origen femenino.
Pero, cabe preguntarse ¿es que acaso los hombres, aún cazando, no tuvieron tiempo para pensar o reflexionar? El cree que no. Dice que al notar que su sexo no era el primero o el más importante, lo que hicieron fue desarrollar el orgullo y la fuerza, dos factores incompatibles con la ciencia.
Así pues, dos son los puntos de partida con los que contamos para comprender la magia en la antigüedad: la ciencia y la mujer.
Sanday, una antropóloga norteamericana, afirma que el hecho de que los hombres se encarguen de las tareas más costosas, no se debe a la fuerza sino al peligro que entrañan; por lo tanto, las sociedades antiguas evitaban que la mujer se expusiera a situaciones peligrosas cuando de ellas dependía la crianza y el mantenimiento de la infancia (futuros guerreros-cazadores)(3).
Y es curioso, porque al igual que nos contaba Lanval esta antropóloga nos trae a colación dos pueblos (los Abipon de Sudamérica y los ¡King del desierto de Kalahari) en los que se reproduce el esquema con el que abríamos esta conferencia: las mujeres de estos dos pueblos se organizan de manera paralela cuando los hombres salen a cazar, son las que conocen las hierbas (y de hecho, aunque la carne les parezca el mejor manjar, su dieta, en un 60% está compuesta de verduras que ellas reconocen y recogen), pero aún hay más: son chamanes (aunque también existen chamanes masculinos) y uno de sus ritos principales consiste en observar el cielo para invocar al gran antepasado común cuando aparece la constelación de las Pléyades (lo que corroboraría las tesis de Lanval) (4).
Ahora bien, todo este planteamiento se refiere a momentos ancestrales del comportamiento humano en sociedad, pero ¿qué ocurre cuando las relaciones sociales se hacen más complejas y el conocimiento científico tiene su manifestación en la tecnología? Pues verán, cuando ésta hace su aparición, lo primero que logra es inhibir el poder político, económico y simbólico femenino. Las mujeres pierden el control de la producción porque son relegadas a sus hogares individuales donde se transforman en dispensadoras privadas de servicios y productoras de niños, ya que la tecnología crea nuevos intermediarios hasta entonces inexistentes pues el motor de la misma es la producción, no para el consumo interno sino para el intercambio, lo que le hace perder a la mujer todo el control sobre su anterior labor.
De esta manera, la dominación masculina está asociada al aumento de la complejidad tecnológica, y ello es muy importante para comprender el papel de la mujer en la sociedad griega o romana como luego veremos más tarde. Ahora, el eslabón que nos queda por conocer es la ligazón de esa ciencia con el pasado mítico.
Farrington(5), que fue un gran estudioso de la ciencia en la antigüedad, dice que la mitología, para los periodos arcaicos, era la concepción oficial de la naturaleza y que lo que hoy llamamos ciencia no pudo comenzar a surgir hasta que se rompieron las barreras que separaban las distintas esferas del saber; hasta que las sugerencias emanadas de los procesos técnicos pudieron ser aplicadas con audacia a todos los fenómenos de la naturaleza; hasta que pudo destruirse el hechizo que envolvía al modo de explicación mitológica, y hasta que los conocimientos matemáticos dejaron de ser parte del equipo administrativo de los burócratas y pasaron a formar parte de la cultura de los ciudadanos libres.
Ahora bien, teniendo en cuenta que las sociedades griega y romana se caracterizaron por asegurarse que el trabajo manual fuera realizado por un sólo grupo, y que la dirección y el pensamiento, por otro; los primeros médicos, los chamanes, serían demiurgos, o sea, obreros manuales al servicio de la comunidad; y ante esto Farrington se hizo una pregunta tremendamente sugerente: conociendo como se sabe el desprecio existente en el mundo clásico por el trabajo manual, ¿afectó éste al arte de curar? Efectivamente sí, pues al igual que los herreros y alfareros como iniciadores de la química primitiva estaban relegados a un segundo plano, los conocedores del arte de curar -primero mujeres, luego hombres- no pudieron desarrollarlo como ciencia médica ya que el conocimiento de la naturaleza que ellos poseían no podía pasar a formar parte de las especulaciones que sobre la naturaleza de las cosas se desarrollaban entre las élites privilegiadas.
Esta es una de las razones por las que el conocimiento mágico (que en sus inicios, aparte de la íntima conexión que tuviera con agentes puramente extraños a la causalidad del efecto, fue básicamente curativa) siempre se desarrolló y se cultivó en la esfera privada, sin grandes tratados ni discusiones sobre sus acciones, conjuros o pócimas. Y precisamente esta marginación es la que hará que reciba todas unas connotaciones mistéricas que el propio silencio al que se veía recluida la práctica mágica (el ámbito doméstico en el que se ejecutaba y -como a continuación veremos- la preponderancia femenina en esta tarea) fomentaba.
Pero dejemos la ciencia y veamos qué sucede con la mujer: ésta era considerada, fundamentalmente, como un ser que era presa de instintos, emociones incontrolables y pasiones múltiples. He aquí una breve exposición de los rasgos centrales del estereotipo, según Adrados(6): la mujer rie y llora, no razona. En el momento del peligro, todo lo que hace es gritar y lamentarse, estorbando la acción de los varones (véanse, si no, los Siete de Esquilo). Charla indefinidamente, curiosea por la ventana, se escapa con pretextos, trama engaños diversos. No es de confianza; es infiel, incumple su palabra. Es arrastrada por apetencias como la de la comida, la del vino sobre todo. Y la del sexo.
Está más próxima a la naturaleza primordial que el hombre. Una y otra vez se la compara con animales como la yegua, la cerda o la perra (el Yambo de Semónides da buenos ejemplos, pero no es ni muchos menos el único testimonio) y por eso es peligrosa. En mitos diversos se deja seducir por joyas (como Erifila), engaña y miente (como Afrodita o Fedra), puede llegar a matar por venganza (como Clitemnestra, Hécuba, Medea y tantas más). Por eso hay que controlarlas: encerrarlas en el gineceo, evitar sus salidas, quitarles las llaves hasta que se muestren dignas de confianza.
El marido es, naturalmente, el que se encarga de instruirlas y vigilarlas. Pero las ciudades las ponían, además, bajo la vigilancia de magistrados especiales (como los gunaikonómoi de Solón). Eran imprescindibles para la ciudad, pero peligrosas y necesitadas de cuidados y vigilancia especiales.
Pero lo peor de la mujer era, para la opinión más común, su sumisión al eros. La mayor parte de los crímenes femeninos procede de aquí; y la literatura griega está llena de alusiones a su adicción al sexo. Incluso los filósofos: para Aristóteles la incontinencia femenina era consecuencia de la debilidad femenina(7). Platón la había explicado por la teoría del "útero móvil", que se desplazaba por el cuerpo hasta saciar su deseo genesíaco(8). Esto tiene que ver, a su vez, con la otra teoría, en Hipócrates y las Euménides de Esquilo, de que el verdadero padre es el varón con su semen, mientras que la mujer es sólo un receptáculo. Otras veces ese hambre de sexo se pone en relación con la naturaleza "húmeda" de la mujer.
La verdad es que los griegos no podían dejar de ver en la promiscuidad y la violencia femenina algo bárbaro, que la cultura griega dominaba, pero que siempre estaba en riesgo de resurgir. En los mitos de las amazonas, esas mujeres guerreras y salvajes, invasoras de Grecia y allí rechazadas, veían algo de esto. La muerte de Hipólita por Herácles, la de Antíopa por Teseo, la de Pentesilea por Aquiles (tres episodios eróticos siempre) simbolizan esa victoria de la civilización griega, masculina y racional, sobre la primigenia barbarie femenina.
La literatura femenista ha visto en estos relatos ya míticos, ya etnológicos, prueba del miedo de los hombres griegos a una gineocracia unida a la libertad sexual de las mujeres; y aunque se han dicho y escrito muchas barrabasadas, estoy de acuerdo. Hasta que el hombre no tomó conciencia de su participación en el acto de la reproducción, y magnificó su labor de destrucción (la exaltación de la figura del depredador-soldado); la mujer era el objeto sagrado en cuanto potencia más próxima a la divinidad. Una vez truncado este equilibrio (que no fue total como se puede percibir aún en algunas manifestaciones de las sociedades griega y romana, como el tema que analizamos), a la mujer sólo se le concedió una perspectiva: dar vida y mantenerla.
En cuanto a la magia, la entendemos como "un sistema espurio de leyes naturales así como una guía errónea de conducta. Es una ciencia falsa y un arte abortado. Considerada como un sistema de leyes naturales, es decir, como expresión de reglas que determinan la consecución de acontecimientos en todo el mundo, podemos denominarla magia teórica; considerada como una serie de reglas que los humanos cumplirán con objeto de conseguir sus fines, puede llamarse magia práctica".(9)
Las manifestaciones mágicas que he recogido para la realización de esta conferencia se centran fundamentalmente en la figura de Jasón y su mujer Medea, en la Circe homérica, en algunos sugestivos pasajes de las dos grandes novelas de la antigüedad: el Satiricón de Petronio y el Asno de oro de Apuleyo, así como otros mitos(10).
Lo primero que llama la atención del ciclo argonáutico es el entrelazado de mitos que teniendo como elemento común la magia, se desencadenan. Así pues, Jasón fue educado por el centauro Quirón, que a su vez educó a otros dos personajes legendarios ligados a las prácticas mágicas: Asclepio y Medeo. El primero era hijo de Apolo. Del centauro aprendió la medicina y a resucitar a los difuntos, por lo que Zeus acabó con él. Tardíamente se le vincula con la expedición de los Argonautas. De origen tesalio luego pasó al peloponeso donde se desarrolló una verdadera escuela de medicina cuyas prácticas eran sobre todo mágicas (de hecho Hipócrates desciende de él). Su padre, Apolo, conocía el arte adivinatorio que enseñó a Hermes a cambio de la flauta o siringa que éste había inventado. Como sabemos, era el mensajero de los dioses, y está ligado a dos episodios mágicos: uno, con la Circe homérica al ayudar a Odiseo a liberarse de ella a través de la planta mágica "moly", y dos, con el episodio del vellocino de oro a través de las figuras de Néfele y Deucalión (de hecho se dice que él mismo lo entregó para salvar a los hijos de Atamante y Néfele: Frixo y Hele), siendo Eetes, rey de Ea en la Colquida, el hermano de Circe y el padre de Medea, quien lo recibió y clavó en un roble en un bosque consagrado a Ares. Medea, tanto en la literatura alejandrina como en la romana es el prototipo de hechicera, papel que ya representa en la tragedia ática y en la leyenda de los argonautas. Sacerdotisa de Artemis-Hécate, provocó la muerte de Pelias (el que había enviado a Jasón por el vellocino). Acabó con Creusa, futura esposa de Jasón, con el velo-diadema que la hicieron arder, al igual que su padre (Creonte). De Corinto pasó a Atenas y de allí a Asia, con el hijo que había tenido con Egeo. Hécate es la inventora por antonomasia de la hechichería. Sus prerrogativas se extienden a todos los dominios pero poco a poco fue sufriendo una especialización para centrarse en la magia y los hechizos. Ahora bien, si tanto Circe, como Medea como Hécate son hijas o nietas del sol, Artemis (hermana de Apolo y pareja de culto con Hécate) era la personificación de la luna. Y por último, Trace, hermanastra del centauro Quirón fue también una hechicera notable como todas las mujeres de su país (Tracia).
En segundo lugar y fuera del ciclo citado tenemos otros rasgos sobre actitudes mágicas que nos reserva la mitología, tales como: Proteo, dios del mar, capaz de metamorfosearse en cualquier cosa cuando quiere sustraerse a los que le preguntan, pues como Apolo y Hermes, tiene el don profético. Vive en la isla de Faros, no lejos de la desembocadura del Nilo, y por lo tanto, para el horizonte griego: bárbaro. Y los Telquines, que eran genios de Rodas, hijos, según ciertas tradiciones del Mar (Ponto) y la Tierra. Eran magos, dotados de la facultad de hacer llover, granizar y nevar. Podían asimismo adoptar la forma que querían. Se les representaba en forma de unos seres anfibios, mitad marinos mitad terrestres. Su mirada era terrible y llena de maleficios.
Pero centrémonos en las dos grandes magas ya citadas:
MEDEA. Medea es descrita por Apolonio como "la que sabe muchos filtros", "hechicera", "doncella práctica en filtros según las técnicas de Hécate Perseida". Se dice de ella que no era desconocedora de los caminos por haber vagado ya antes, a menudo, alrededor de los cadáveres y en busca de raíces misteriosas de la tierra.
En el texto se recoge uno de los brebajes que usa a favor de Jasón para que los toros no lo liquiden, éste es:
"Ella entre tanto sacó de la cóncava caja un filtro que se llama, dicen, "prometeico". Si uno, después de propiciar a Hécate Daíra, la unigénita, se unge con él su cuerpo, ya no es ni frágil a los golpes del bronce ni ante el fuego en llamas tiene que retroceder. Y además resulta invencible en ese día a la vez en valor y vigor. Por primera vez surgió en las cumbres del Caucáso cuando el aguila sanguinaria hizo gotear sobre la tierra el ícor sangriento del desdichado Prometeo. De esa sangre brotó una flor, de la altura de un codo, semejante en color al azafrán de Córico, elevada sobre un doble tallo. La raíz en tierra se desarrolló parecida a la carne recién cortada. Su zumo, cual el oscuro zumo del roble de las montañas, lo exprimió Medea para convertirlo en fármaco, en una concha del mar Caspio, después de haberse lavado siete veces en aguas perennes, de haber invocado siete veces a Brimo criadora de jóvenes, a Brimo la noctámbula, la subterránea señora de los infiernos, en la noche tenebrosa con sus mantos negros. Con un mugido, por debajo, se agitó la sombría tierra, al cortarse la raíz titánica. Y gimió él, el hijo de Jápeto a la vez que enloquecía de dolor en su corazón".(11)
Después le explica como utilizarlo:
"...después de bañarte en las corrientes del río incansable, solo, lejos de los demás, cavas un hoyo circular. Sobre éste degüella una oveja y sacrifícala sin repartir, construyendo bien una hoguera sobre el mismo agujero. Y ojalá te propicies a la unigénita Hécate Perseida derramando desde una copa miel de las abejas colmeneras. Despues de que, acordándote de todo, allí propicies a la diosa, retrocede lejos de la hoguera. Que ni el retumbar de pies te impulse a volver hacia atrás, ni el ladrido de los perros; no vaya a ser que, estropéandolo todo, no pudieras regresar, contra lo previsto, junto a tus compañeros. A la mañana siguiente haz licuar este filtro y unta tu cuerpo, desnudándote, como con un ungüento. En él encontrarás un valor infinito y una gran fuerza, y podrás afirmar que te igualas no a los hombres, sino a los dioses inmortales. Además unta también con él tu lanza, el agitado escudo y la espada".(12)
Después que Jasón ha superado la prueba, Medea es consciente del peligro que corre por haberlo ayudado, asi que, una vez que llega a las naves para pedir su protección, y Jasón le promete el matrimonio, ambos se aproximan al bosque sagrado para conseguir el vellocino, pero una vez más Medea tendrá que actuar para dormir a la serpiente que lo custodia. Apolonio nos lo describe así:
"Mientras la sierpe se desenroscaba, la joven Medea invocó en su protección al Sueño, el más alto de los dioses, con un dulce encantamiento, para hechizar al monstruo, e imploraba a la Soberana noctívaga, la diosa subterránea, que le concediera un ataque certero. El Esónida la seguía, aterrado. Entre tanto el monstruo, encantado ya por el hechizo, relajaba su largo espinazo de roscas serpentinas, y extendía sus mil anillos, como una ola negra, sorda y clamorosa, que rueda sobre las indolentes aguas del mar. Pero aún así, levantando en lo alto su horrorosa cabeza, estaba dispuesto a aprisionar a ambos en sus mortíferas mandíbulas. Entonces Medea, que había mojado con una pócima un ramo recién cortado de enebro, rociaba todo el líquido sobre sus ojos, entre cantos mágicos, y a su alrededor y por encima el desmesurado olor del filtro derramó el sueño".(13)
No deja de ser curioso que para limpiarse de la infamia cometida por Jasón y Medea, tras el asesinato del hermano de ésta (Apsirto), los dioses decidan que la expedición sufra calamidades en su regreso y que sea la propia Circe quien los ayude. Esta, con toda una serie de ofrendas y sacrificios intenta calmar la ira de Zeus, la de las Erinias y la suya propia (pues son familia); aunque, claro está, Circe los expulsa de su palacio.
En Creta, Medea también realizó otro de sus hechizos:
"Allí comenzaba a invocar y hechizaba con sus cantos a las Parcas mortíferas, las rápidas perras de Hades, que voltean por los aires para llevarse a los mortales. De rodillas por tres veces las invocó en sus conjuros y por tres veces con plegarias. Tras asumir su perversa intención, con furiosos ojos fascinó las miradas del broncíneo Talos. Hincó en él su ira asesina, y le enviaba imágenes de muerte, en su irritado éxtasis".(14)
Eurípides, nos muestra una Medea sabia no una alcahueta cargada de brebajes, así hace decir a Medea: "También yo misma participo de esta suerte, pues, siendo sabia, a unos les resulto odiosa; a otros, indolente; a otros, de temperamento contrario; para otros, en fin, molesta. Pero no soy sabia en demasía".(15)
Cuando se encuentra con Egeo, le propone remediar su esterilidad de la siguiente manera: "Terminaré con tu esterilidad y lograré que tengas descendencia de hijos. ¡Tales remedios conozco!".(16)
Y en cuanto a la descripción de la muerte de la joven princesa y su padre Creonte el texto dice así:
"Mas a continuación ocurrió un espectáculo espantoso de ver, pues, tras cambiar de color, retrocede de lado, con sus miembros temblorosos y a duras penas tiene tiempo de echarse en el trono para no caer en tierra. Una vieja sirviente, pensando que le había sobrevenido un ataque de furor obra de Pan o de algún dios, emitió un alarido suplicante, antes de observar que le corría blanca espuma por la boca; que le giraban las pupilas fuera de las órbitas, y que no había sangre en su cuerpo. Entonces, en réplica a su alarido, lanzó un gran lamento. (...) Ella, recuperándose de su mudez y abriendo sus cerrados ojos, tras proferir espantoso gemido, volvía en sí, la desgraciada, pues doble sufrimiento la asediaba. La áurea diadema colocada en torno a su cabeza lanzaba asombrosa fuente de fuego devorador, y el fino velo, regalo de tus hijos, desgarraba la delicada carne de la infeliz. Intenta huir levantándose abrasada desde el trono, agitando sus cabellos y cabeza en uno y otro sentido, pues deseaba arrojar la corona, pero la ligazón del oro estaba bien engarzada, y el fuego, en cuanto ella agitaba la cabellera, dos veces más refulgía. Cae en el suelo, derrotada por su desgracia, totalmente imposible de reconocer salvo por su padre. Pues no se distinguía ni la situación de sus ojos ni su hermoso rostro, sino que la sangre goteaba desde lo alto de la cabeza mezclada con fuego, y las carnes, a modo de lágrimas de pino, fluían de sus huesos con los invisibles mordiscos del veneno: espantosa visión. (...) Mas su desdichado padre, en la ignorancia de su desgracia, tras entrar repentinamente en palacio, se posterna ante el cadáver. Comenzó a sollozar de inmediato y rodeándola con sus brazos la besa (...). En cuanto hubo cesado en sus gemidos y sollozos, aun queriendo levantar su anciano cuerpo, se veía ligado al velo, cual hiedra a ramas de laurel, y espantosa lucha acontecía, pues deseaba él levantar su rodilla, pero su hija lo retenía. Y si recurría a la fuerza, desgarraba de los huesos sus ancianas carnes. Al fin se agotó, y el desdichado entregó su vida, pues ya no podía vencer su desgracia. Yacen cadáveres la hija y su anciano padre, cerca uno de otro, desventura propicia a las lágrimas".(17)
Jasón al descubrir lo ocurrido y que ademas Medea ha asesinado a sus hijos la increpa diciendole: "...leona, que no mujer, pues tienes una naturaleza más salvaje que la tirrénica Escila".(18)
Conviene destacar el hecho que Medea al ser una bárbara para el mundo griego, es la personificación del estadio salvaje de la evolución humana, por eso conoce los fármacos y los brebajes, por eso es capaz de los actos mas violentos contra las leyes humanas que rigen la Hélade, porque está mas cerca del mundo animal que del civilizado de la polis. A partir de esto nace todo el mito que aun aprovechándose de la terrible misoginia de los griegos en general, hace de ella un ser abominable, aunque en el fondo en parte la razón le asiste, pues Jasón falseó su juramento ante todos los dioses y violentó la hospitalidad a un huesped; aunque ella también porta consigo el exacrable mal de haberse alejado de su tierra patria para vivir entre extranjeros (aunque excusada por haber intervenido Eros; osea, no era dueña de sí, como Helena).
Como dice Adrados, Eurípides representa a Medea como una mujer bárbara que pasa a ser el prototipo de la mujer humillada por la sociedad, y esta comprensión nunca la aceptó el ateniense medio. De hecho, con Eurípides, Medea, una hechicera, sabia en magia, se convierte en la mujer intelectual, sabia, sometida a la envidia de su entorno social(19).
En cuanto a CIRCE, sabemos por Homero que tenía su morada en la isla de Ea, edificada con piedras talladas, en lugar abierto, rodeada de lobos salvajes y leones a los que había hechizado dándoles brebajes mágicos. Una vez que invitó a los compañeros de Ulises a entrar en su palacio, hizo uso "de brebajes maléficos para que se olvidaran por completo de su tierra patria. Después que se lo hubo ofrecido y lo bebieron, golpeólos con su varita y los encerró en las pocilgas. Quedaron éstos con cabeza, voz, pelambre y figura de cerdos, pero su mente permaneció invariable".(20)
Sobre la varita mágica F. Wulff teoriza que sería más bien un palo para llevar animales, ya que el término "rabdos" aparece también en otros contextos sin ningún tipo de funciones mágicas, y como tal lo tenemos en la Od. 12.251 referido a una caña de pescar; aunque la diferencia principal con las varitas mágicas es que éstas, por lo menos las que aparecen en la Odisea y la Ilíada, suelen estar en manos de dioses y son de oro(21).
Siguiendo con el relato, Hermes le otorga a Odiseo un brebaje benéfico para contrarrestar los poderes de Circe y le recuerda que obligue a la diosa a realizar el gran juramento de los dioses para que no medite ninguna maldad contra él, ni lo acobarde ni lo haga poco hombre cuando se haya desnudado (pues debe aceptar acostarse con la diosa). Para ello le otorga una planta mágica que había arrancado de la tierra. Su raíz era negra, pero su flor se asemejaba a la leche. Los dioses la llamaban moly, y es díficil para los hombres mortales extraerla del suelo.
Una vez que ocurre todo lo que le ha dicho Hermes, Odiseo no puede comer sin ver a sus amigos libres del maleficio, entonces Circe untará a cada uno de ellos con otro brebaje para convertirse de nuevo en hombres.
Asi pues, si algo llama poderosamente la atención es que las protagonistas vinculadas a la magia para el imaginario griego son todas mujeres; a ello habría que añadir la localización geográfica, pues de todos es conocido que los grandes "santuarios" mágicos se encuentran en el Próximo Oriente (Egipto y Babilonia), lo que hizo que los griegos continuaran asimilando la realidad mágica a los confines de su espacio. Por esto Medea vive en Asia, Proteo en Egipto, y tal y como la Od.4.220 ss. nos hace saber, Helena era también sabia en el uso de fármacos aprendidos de Polidamna de Egipto.
Otro rasgo distintivo es la ligazón a las fuerzas naturales. Me explico, si observamos las dinastías míticas que he mostrado aquí y que estrechan el parentesco de todos sus protagonistas, son los elementos básicos los que le dan cuerpo en el mito. De tal manera, que el mar, la tierra y los astros presiden sus actuaciones: la luna, presente en Hécate, Poseidón, Perséfone, Hermes o Artemis, se relaciona con la magia, pues teniendo en cuenta el eterno retorno a sus formas iniciales através de sus fases, la luna es el astro por excelencia de los ritmos de la vida. Por ello mismo no es de extrañar que controle todos los planos cósmicos sujetos a la ley del devenir cíclico: aguas, lluvia, vegetación, fertilidad....
Pero a la vez son hijas y nietas del sol, el otro gran astro que rige la vida, el crecimiento, la fecundidad, la vida política, la diferenciación de sexos, la vegetación, el ciclo vital de las plantas, el conocimiento. Y precisamente por estar sujetas a ritmos vuelven a entroncarse con la luna, pues al ser germinativas, las aguas, lluvias y mareas quedan regidas por ella. Todas las divinidades lunares conservan de manera más o menos clara atributos o funciones acuáticas. De tal forma que lo que nos corrobora el mito es que la magia como saber ancestral es el origen de la ciencia de la sabiduria, de la materia que se transforma, de las fuerzas vitales que el hombre desconoce pero de las que aprende su uso y abuso. El mito nos da la respuesta a esa explicación irracional del origen de la magia como fuerza motriz.
Hay otro elemento muy interesante y es la asociación de animales ligados a la magia, y más concretamente a la luna. Nos estamos refiriendo a la rana y a la serpiente. La primera la conocemos como la gran protagonista de encantamientos en la literatura medieval, pero que no es ajena a este mundo como se comprueba en muchas leyendas que hablan de que se ve una rana en la luna, o que figura siempre en los innumerables ritos usados para desencadenar lluvias; por ejemplo, en el mito diluviano de una tribu australiana (los kurnai) que dice asi: un dia, una rama monstruosa, Dak, se tragó todas las aguas. Los demás animales sedientos, intentaron hacerla reir, pero fue en vano. Sólo cuando la anguila se puso a enrollarse y a retorcerse, Dak soltó una carcajada y las aguas, saltando a torrentes, provocaron el diluvio.(22)
En cuanto a la serpiente, su simbolismo tiene un número desconcertante de valencias, pero todos sus símbolos convergen en una misma idea central: es inmortal porque se regenera, por tanto, es una fuerza de la luna, y en cuanto tal, dispensa fecundidad, ciencia (profecia) -recordemos a Tiresias- e incluso inmortalidad. Entre las divinidades mediterráneas conocidas que se representan con una serpiente en la mano tenemos a Artemis arcadia, Hécate, Perséfone.... Por no hablar de las gorgonas y las erinis.
Para los chinos la serpiente está en el origen de todo poder mágico, y los términos hebreo y árabe con que se designa la magia derivan de otros que significan serpiente.
Por ser lunar, es decir, "eterna", y por vivir bajo tierra, encarnando los espíritus de los muertos, la serpiente conoce todos los secretos, es fuente de sabiduría y entrevé el futuro. De aquí que muchas divinidades lunares sean a la vez ctónicas y funerarias como Perséfone o Hermes.
Veamos a continuación qué sucede en un plan distinto como es el de la sociedad romana lejana al mito. En el Satiricón, dos son las mujeres que aparecen ligadas al mundo mágico: la vieja Proselenos (alcahueta de Circe que media para intentar resolver la impotencia temporal de Encolpio) y Enotea, la sacerdotisa de Príapo.
El episodio transcurre en Crotona (sur de Italia) (23) y es curioso que la protagonista se llame Circe como la hija del Sol, aunque también Encolpio recibe el sobrenombre de Polieno (el muy alabado) apodo conocido para Odiseo. Una vez que Encolpio descubre su mal intenta poner remedio tomando una serie de cuidados, éstos son: evitar los baños, aplicación de ligeros masajes, una comida con alimentos reconfortantes como bulbos de muscari y carne de caracol sin salsa (Marcial 3,75 aconseja también el jaramago u oruga y la ajedrea), un poquito de vino puro y al acostarse solo, un paseo previo. El remedio de la vieja Proselenos consiste en: amarrarle al cuello un cordón trenzado con hilos multicolores, posteriormente embarrarle la frente con tierra mezclada con la saliva de la vieja y por último, el recitado del conjuro: "Mientras vivas se debe esperar. ¡Hazte presente, guardían campestre: túrgido Príapo, los penes protege!". Una vez hecho esto, Encolpio escupe tres veces y la vieja le mete por el escote tres piedrecitas previamente encantadas por ella y envueltas en un tejido pùrpura; para a continuación manosear su miembro para comprobar el efecto. En el siguiente episodio(24), la vieja Proselenos, después de recibir los desmanes de Circe ante el escaso éxito de sus conjuros, coge a Encolpio, lo introduce en la habitación de la sacerdotisa de Príapo, lo arroja sobre la cama, lo golpea y comienza a masturbarlo sin ningún éxito. De repente llega Enotea y puesta al día de lo que ocurría se ofrece para sanar a Encolpio, así que se lava las manos con cuidado, se acuesta en la cama con Encolpio y lo besa, a continuación coloca una vieja mesa de sacrificio en medio del altar y la llena de carbones encendidos, se cubre con un palio cuadrado y pone al fuego una enorme paila. Después echa una porción de habas sobre la mesa para que Encolpio les quite la piel arrojándola al suelo, y cuando se disponía a recolocar la carne que había cogido para el sacrificio es cuando se cae con gran estruendo y torpeza, y se ve obligada a buscar algo con lo que reanimar el fuego (mientras tanto Encolpio es atacado por los gansos del templo y acaba con el más bravío). Cuando regresa con las teas, Encolpio le cuenta lo sucedido y Enotea se echa a llorar conociendo el sacrilegio que ha realizado. En esto llega Proselenos con los preparativos del sacrificio: le hacen colocar las manos con los dedos extendidos sobre la vasija llena de vino, para purificarlos con puerro y perejil, al mismo tiempo que echaba, rezando, nueces de avellana en el vino, haciendo sus pronósticos según que éstas flotaran o se hundieran; después destripó al animal y extrajo el hígado para leerle el futuro y se dispusieron a comérselo o a dedicárselo a Príapo.
Luego, Enotea untó de aceite, pimienta en polvo y granos molidos de ortiga, un falo de cuero que le introdujo por el culo a Encolpio. Composición que se usó también para las refriegas de los muslos. Después le embadurnó su miembro con una mezcla de mastuerzo y abrótano, y con un manojo de ortigas verdes sacudió sus partes.
Y por lo que respecta al Asno de Oro, Apuleyo nos ha dejado ricas descripciones sobre mujeres que se dedicaban al noble arte de la brujeria con epítetos tan sabrosos como: "hechicera, mujer con poderes sobrenaturales, capaz de hundir el cielo, de levantar la tierra, de endurecer las aguas, de mover las montañas, de invocar a los difuntos, de contradecir a los dioses, de apagar las estrellas y hasta de clarificar el propio Tártaro". (25)
Y muchas otras referencias a la fama de Tesalia como tierra de magia: "no sabes que estás en Tesalia, donde las hechiceras mordisquean por todas partes la faz de los muertos y los utilizan luego en sus artes mágicas" (II.21), y a sus magas -a veces haciendo gala de sus buenas artes y otras veces, de todo lo contrario; ejemplo de lo primero lo tenemos en IX, 29: "se dedicó a buscar con sumo cuidado una bruja digna de toda confianza: la aduló, la cargó de regalos y acabó por pedirle que consiguiera una de dos: que apaciguara al marido para reconciliarse con él, o, si no fuera posible, que le mandara el espectro o una cruel divinidad que lo destruyera violentamente. La bruja aquella, muy influyente entre los dioses, comenzó por desplegar estratégicamente los primeros artificios de sus criminales facultades para doblegar el ánimo ofendido del marido e inducirle otra vez a enamorarse". Y como ejemplo de lo segundo, en III,16 tenemos un comentario simpático sobre el devenir de estas magas y de los procedimientos que usaban, tales como hacerse con el mechón de algún cabello de la persona interesada, y las reacciones que despertaba entre el temor de la gente: "Y es que se había fijado en ese muchacho ayer tarde al volver de las termas; estaba sentado en una barbería, y me mandó que cogiera a escondidas unos mechones de los que ya habían caído al suelo por el corte de la navaja; cuando los estaba recogiendo a toda prisa, me descubrió el barbero, y como ya tenemos la mala reputación de hechiceras, me agarró y me increpó de malas maneras: <¡Mala puta! ¡Pendón! ¡ Por qué no dejas ya de robar los cabellos de estos apuestos jóvenes? Si no dejas esa mala costumbre, te voy a denunciar a los magistrados>".
Pero Apuleyo es mucho más interesante y va más allá al mostrarnos la mas rica descripción con la que contamos, referida a un taller de magia doméstico, como el que narra en el libro III, 17-18: "subió hasta el tomasol en la parte posterior del edificio, que está abierto a los cuatro vientos, y dispone de amplias vistas, donde suele poner en práctica sin molestias sus artes de magia. Lo primero que hizo una vez allí fue preparar su aciago laboratorio con el instrumental acostumbrado: aromas de toda clase, láminas grabadas con signos indescifrables, restos de naufragios, innumerables miembros de cadáveres hasta hace poco clavados en la pared, sangre de asesinados, mutiladas calaveras arrancadas de las fauces de las fieras.... [18] Se puso luego a salmodiar sobre entrañas aún palpitantes, y comenzó el sacrificio derramando líquidos varios".
Y por último, hay una reflexión interesante que nos aproxima a la realidad de la medicina en el ámbito familiar, tal y como habíamos comentado al principio, pues una de las hermanas de Psique se queja de la siguiente manera: "Pues yo tengo que aguantar a un marido lleno de achaques, jorobado, y que cultiva sólo mis encantos de tarde en tarde: me paso el día dándole friegas en los dedos sarmentosos, duros como una piedra, y echándome a perder estas manos con bálsamos malolientes, con sucias compresas y fétidas cataplasmas. Total, que hago más el papel de curandera que el de una complaciente esposa".(26)
Ya para finalizar, creo que podemos resumir las ideas principales de esta disertación en los siguientes puntos:
- el mito explica la magia como un conjunto de elementos básicos que rigen el comportamiento de la naturaleza.
- La magia para griegos y romanos procede de Asia, de la cuna de las grandes civilizaciones, y por lo tanto es "bárbara" y extraña al mundo clásico.
- La magia al producirse los cambios sociales y tecnológicos que fortalecen la preponderancia masculina, se reduce a una práctica privada en manos de mujeres. Mujeres que nunca se han apartado de tal conocimiento, pero que sí han visto ocupado parte de su poder por la práctica médica que sería la magia positiva, y por lo tanto, capaz de llevarla a cabo los hombres.
- La magia femenina y privada sólo puede actuar en los terrenos en los que la mujer se mueve, o sea, en el ámbito cotidiano, y como tal aquel ligado a filtros y pócimas amorosas, pues esta esfera nunca fue en la antigüedad, masculina.
- La mujer, heredera del predominio cósmico y religioso de su fuerza antepasada, sigue infundiendo miedo y temor por sus propias características que la acercan a lo sagrado y por su naturaleza volatil, sensible, creativa y peligrosa; por lo que el hombre no consigue arrebatarle ese poder y ésta lo refuerza con la práctica de la magia negra o negativa, único ser que la conoce y la puede desarrollar. Justamente a colación hay que mencionar las referencias a las causas de impotencia en el hombre, que es el mayor perjuicio que puede sufrir el varón (si no recordemos la frase de Galeno "los testículos son más preciados que el corazón mismo; el corazón sólo es útil para vivir, mientras que los testículos lo son para vivir bien"). Causas que siempre están motivadas por pócimas elaboradas por mujeres o a consecuencia de animales sagrados vinculados con la magia -como ya vimos con las serpientes. De esta manera el sexo se considera una continua amenaza, como si el varón clásico supiera que su poder se sustenta sobre una base tan frágil como la propia sexualidad, y continuamente desconfiara de la mujer que es la única que puede, a pesar de los siglos de dominación, poder trastocar por completo el establecido mundo masculino. Luego la magia es el único contrapoder en manos femeninas que puede desequilibrar la perfecta armonia establecida según el patrón masculino. Dicho de otro modo: es el arma de la que dispone la mujer para controlar la sexualidad masculina y el ciclo reproductor.